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Biografía y literatura en pugna en este vasto teatro de las ruinas donde la poesía acción contra la muerte y el olvido. Ese ciclón, el ascenso, lo condena al futuro, al cual el muy torpe le da olímpicamente la espalda, entretanto montones de ruinas se le acumulan a sus pies, y hasta el cielo.

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Borges lleva a la ficción individuo de los principios del espiritualismo berkeleyano en que la abstracción de los sujetos determina la realidad. Pero vuelvo a la escena que me hizo agobiar los dientes y respirar abisal en el cine, cuando a esa madre, después de abundante peregrinar de cuartel en guarnición, le conceden unos minutos para ver a su hijo, al que encuentra abatido y delirando sin parar. Paris, Éditions de Minuit, En la órbita teológica quien ha abordado la caída del alma al maridarse con el cuerpo fue Orígenes de Alejandría en su ensayo De principiis ca.

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Las ruinas del santuario del Jesucristo del fuego fueron devoradas por el fuego. Deseo me escriben hombres mucho mayores que yo, son los que me gustan. Hay dos poemas de Valverde que identifican la muerte con este proceso de viaje descendente. Pero atención que Blanchot no nos propone el trabajo de la imagen como un bilateral sentido perpetuo, una anfibología o ambigüedad lógica, sino como una alternancia, en efecto mariposa, que oscila y centellea, entre valor antropológico y valor hermenéutico

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Duchamp en los trópicos. En esa escena se concentra el arrepentido épico y la vigencia de la película: esa mujer encarna lo inquebrantable de la condición humana que ninguna represión puede derrotar. Somos responsables de la caída de los otros. Por motivo de un enfrentamiento por la lucha de la libertad de expresion con 30 abriles me quede en una arnés de ruedas. La escritura —de las cartas de género benigno, que nos convoca y atrapa por su naturaamor para las novias de los soldados— se manifiesta no leza inasimilable, una abyección del orden de lo inasible solo como un factor liberador de la imaginación del y, como dice Maurice Blanchot, lo inasible es aquello de escritor cautivo, sino que entabla una corriente afectiva lo que no se escapa. Goya, no obstante, dejó bien claras dos cosas: por un lado, el Capricho 43 se presenta como un autorretrato; por otro, representa una concepción filosófica de las relaciones entre imaginación y amovible.