Trataban de convencerme de que mantenían el secreto de sus aventuras por pura amabilidad. Éramos la viva imagen del éxito.
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Mi matrimonio duró veintitrés años y ahora quería sexo, no una relación seria. Hace algunos abriles, mientras vivía en Londres, salí con hombres casados en búsqueda de compañía mientras procesaba el duelo de mi reciente divorcio. En el mejor de los casos, un amorío —o simplemente las ansias de tenerlo— puede ser el comienzo de una conversación necesaria sobre el amor y la intimidad. No se cuestiona la identidad de género. Ambos, hasta cierto punto, obtenían lo que necesitaban sin adeudar que abandonar lo que querían. Al menos eso quería yo, y fue lo que me llevó a ese camino de encuentros ilícitos. Me casé enamoradísima de mi marido y creo en la fidelidad.
Conocí a Juanjo, cuando acababa de cumplir 32 años. Nuestra relación también había entrado en una rutina. Nos acostamos unas cuatro veces en unos años. Época un hombre de buenos urbanidad y de barba finamente rasurada que escondía un grito decaído de rebeldía. Nos conocimos en un congreso. Con él me parece que mi vida no solo es un escaparate y que todo tiene sentido.
Lo que aprendí de mis aventuras con hombres casados
Eso puede conllevar sus propios gajes y enredos involuntarios. Yo prefería nuestra historia clandestina, apasionante y sincera, a esas relaciones tan convencionales. No se cuestiona la identidad de género. Solo época capaz de vibrar con él y me conformé con conocer que formaba parte de su vida, aunque fuera en la sombra. Y hay que considerar que, en la menopausia, las hormonas de las mujeres disminuyen de manera repentina.
Los cuatro tipos de amantes que buscan los hombres
Tres años después, le llamé, solo para charlar, y nuestra biografía volvió a empezar. Pasé abriles deprimida. Pero no. Estaba convencida de que acabaría convirtiéndome en su amante. Me pareció electrizante desde el primer momento, ya pensé que se trataría de una aventura pasajera. Me llevaba 13 años, estaba casado y tenía hijos. De verdad supimos que lo nuestro era poco profundo, que era amor. Un amorío, o las ansias de tenerlo, puede ser el comienzo de una conversación necesaria sobre el sexo y la familiaridad.
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Excelente mensaje))
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